This is another "easy" piece, a very short 8-paragraph gamebook I've taken the liberty of translating (liberally -- with the help of Google Translate) and posting up here with the original author's blessing. It's less of a downer than the last post, but its orientation remains firmly in that direction. I'll try to get something fun up here next.
A test mini-adventure accompanying the ETPA (Elige tu propia aventura -- or CYOA in Spanish!) app (c) Chryshantemum Adventures in 2003.
Translated into English and converted into HTML in November 2012 by Rowan Lipkovits, who would like to the furthest extent possible to license this English-language translation under the Attribution 2.5 license of the Creative Commons.
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- Si no, vaya a 10. (If no, go to 10.)
- En caso afirmativo, continúe inmediatamente siguiente. (If yes, continue immediately following.)
-Ábrelo -dice la mujer, con voz dulce.
Un bosque de gélidas sonrisas brota a tu alrededor, ocultando tan dispares sensaciones -cariño, respeto, curiosidad, envidia- que te sientes desnudo, atrapado en un salón oscuro y rodeado por un baile de máscaras. Tus ojos serpentean por la enorme mesa, recorriendo los rostros de todas las personas: tus padres, tus hermanos, tus tíos, tus abuelos, tus primos...
-Vamos, ábrelo -dice tu madre, impaciente.
Adviertes un ligero tono de reproche en la voz de tu madre. Inquieto, acaricias con tus manos el regalo. El papel que lo envuelve es suave, salpicado aquí y allá de pequeñas flores de colores. Dejas a un lado el enorme lazo rosa que lo mantiene cerrado, y lo abres en silencio, la mirada baja. En su interior encuentras una cámara de fotos.
-¿Qué se dice? -dice tu madre, mirando hacia su hermana de reojo.
- Si murmuras un 'Gracias, Tia Lídia', selecciona la.>
- Si prefieres mantenerte en silencio, selecciona la.>
Niegas con la cabeza, inquieto. Tu madre te dedica una gélida mirada y te arrebata el paquete de las manos. Sientes ganas de echarte a llorar, pero observas en silencio como ella rasga el papel de flores que envuelve el regalo y abre la caja. Extrae de su interior una cámara de fotos, y te la enseña.
-¿Qué se dice? -dice tu madre, mirando hacia su hermana de reojo.
- Si murmuras un 'Gracias, Tia Lídia', selecciona la.
- Si prefieres mantenerte en silencio, selecciona la.
Tu madre te dedica una sonrisa que se desvanece en milésimas de segundo. Después deja la cámara de fotos junto a las tarjetas de felicitación, los cubiertos de plata, el anillo, el libro de firmas y diversos obsequios más que, según sus palabras, podrás apreciar años más tarde en su justa medida.
En la actualidad, piensas, carecen de valor.
Tras la entrega de regalos, tu fugaz momento de gloria, las conversaciones banales inundan la mesa y no tardas en descubrir que ninguna te incluye. Ya no eres el centro de atención. Cinco minutos después tu presencia en la mesa no es relevante.
Tu madre te dedica una mirada sombría. Después deja la cámara de fotos junto a las tarjetas de felicitación, los cubiertos de plata, el anillo, el libro de firmas y diversos obsequios más que, según sus palabras, podrás apreciar años más tarde en su justa medida.
En la actualidad, piensas, carecen de valor.
Tras la entrega de regalos, tu fugaz momento de gloria, las conversaciones banales inundan la mesa y no tardas en descubrir que ninguna te incluye. Ya no eres el centro de atención. Cinco minutos después tu presencia en la mesa no es relevante.
-Voy al servicio -murmuras.
Abandonas la mesa sin que nadie lo advierta. Están demasiado ocupados con la fiesta para acordarse del pequeño niño que un día de octubre como aquel había venido al mundo. Las copas chocan en el aire, derramando lágrimas sobre el mantel inmaculado, mientras desciendes las escaleras que conducen a los aseos.
La puerta del servicio surge como una aparición fantasmal al final de un pasillo de paredes blancas, desconchadas en distintos lugares y mancilladas con breves mensajes de diversa índole, la mayoría de ellos de carácter obsceno o racista. Exhibe un pequeño cartel con un joven sonriente sobre un fondo multicolor. Tomas el pomo entre tus manos y entornas la puerta.
Un hombre alto, delgado, sostiene entre sus largos dedos, a la altura de tus ojos, una diminuta caja de madera con extraños símbolos grabados en su superficie. Su rostro surcado de arrugas se reflejaba en el espejo del lavabo.
-Perdón -dices, cerrando la puerta.
-Al contrario, pasa, pasa... -gime el desconocido, evitando con el pie que la puerta se cierre por completo.
Su sonrisa descubre dos filas de dientes perfectos de un blanco inmaculado.
-Vamos, esto es para tí.
En las manos del hombre descansa la caja. La observas ensimismado. Bajo la débil luz del servicio parece moverse, agitarse.
-¿Qué hay dentro? -preguntas.
-Oh, es una sorpresa - grazna el extraño, entregándotela -. Una sorpresa que debes compartir con tu familia, pequeño.
La velada transcurre lentamente, envolviéndote en su aburrimiento. Las conversaciones banales concluyen, todo son besos y abrazos, y te marchas de allí con una indefinible sensación de pérdida.
En silencio piensas 'Ojalá el próximo año sea mejor'.
FIN.
Susurras un sincero agradecimiento cuando el hombre deposita la caja en tus manos y corres por el pasillo hacia las escaleras.
-¡Ábrela con los ojos cerrados! -le oyes gruñir mientras vuelas sobre los escalones -. ¡De ese modo no estropearás la sorpresa!
Cuando llegas a la mesa todos te obsequian con una cálida sonrisa.
-¡Mirad lo que tengo!
Y pronunciadas estas palabras, cierras los ojos y levantas la tapa de la caja. Una oleada de podredumbre y muerte inunda tus fosas nasales. Una horrible cacofonía de gritos y risas atraviesa tus oídos. Oyes la voz suplicante de tu madre, los gemidos ahogados de tus familiares.
-En el nombre de Dios...
Sillas arrastradas, cristales rotos. Gritos por todos lados. Confusión. Bajo aquel olor a pescado podrido adviertes otro más sutil, dulzón. No puedes identificarlo. Alguien te derriba. Oyes pasos alocados en todas direcciones. Gemidos. Tumbado en el suelo, con los ojos cerrados, sientes el sabor salado del mar en la boca. A pesar de ello, no abres los ojos.
No quieres estropear la sorpresa.
FIN.
Vuelves a la mesa y te sientas, procurando pasar desapercibido.
La velada transcurre lentamente, envolviéndote en su aburrimiento. Las conversaciones banales concluyen, todo son besos y abrazos, y te marchas de allí con una indefinible sensación de pérdida.
En silencio piensas 'Ojalá el próximo año sea mejor'.
FIN.
"Open it," she says, in a soft voice.
A frozen forest of smiles surrounds you, hiding disparate feelings -- love, respect, curiosity, and envy. You feel naked, trapped in a dark room, surrounded by a masked ball. Your eyes meander across the huge table and the faces of all the people there: your parents, your brothers, your uncles, your grandparents, your... cousins??
"Come on, open it!" your mother impatiently barks.
You notice a hint of reproach in your mother's voice. Restlessly, your hands caress the gift. The wrapping paper is soft, dotted here and there with small colorful flowers. You untie the enormous pink bow, and open it in silence, eyes downcast. Inside you find a camera.
"What do you say?" your mother asks, looking sideways at her sister.
Uneasily, you ignore her suggestion. Your mother shoots back an icy look and snatches the package from your hands. Feeling cast out of your own party, you watch silently as she rips open the floral wrapping paper and opens the gift box. From inside she extracts a camera, showing it around.
"What do you say?" your mother asks, looking sideways at her sister.
Your mother shares a smile that fades in milliseconds, then leaves the camera with the greeting cards, the silver, the ring, the guest book and many more gifts which, she says, you'll appreciate years later looking back.
At the moment, however, you feel worthless.
After the gift giving, your fleeting moment of glory, the wave of small talk that washes over the table excludes you. You're not the center of attention. Five minutes after your gift is opened your presence at the table becomes wholly irrelevant.
Your mother shares a dark look with you, then leaves the camera with the greeting cards, the silver, the ring, the guest book and many more gifts which, she says, you'll appreciate years later looking back.
At the moment, however, you feel worthless.
After the gift giving, your fleeting moment of glory, the wave of small talk that washes over the table excludes you. You're not the center of attention. Five minutes after your gift is opened your presence at the table becomes wholly irrelevant.
"I need to go take care of something," you murmur, leaving the table without anyone noticing. They're all too wrapped up in the festivities to remember the little boy who came into the world one October 1st long ago. The cups clink in mid-air, shedding droplets over the immaculate tablecloth, while you descend the stairs leading to the toilets.
The bathroom door comes into view as a ghostly apparition at the end of a long white hallway, paint chipped in various places and tainted with brief messages of various kinds, most of them of an obscene or racist nature. It also displays a small sign featuring a young man smiling against a multicolored background. You grab the handle in your hand and open the door.
Reflected in the bathroom mirror you see the lined face of a tall, slim man. In his long fingers, at eye level, he holds a tiny wooden box with strange symbols etched into its surface.
"Sorry," you say, closing the door.
"On the contrary, do please come in," croaks the stranger, keeping the door open with the tip of his foot.
His smile reveals two rows of perfect teeth gleaming pure white.
"Here you go, this is for you."
The box rests in the man's hands. You give it a pensive look. In the dim light of the stalls it seems to move, gently shaking.
"What's inside it?", you ask.
"Oh, it's a surprise," the stranger lets slip, "A surprise that you share with your family, little one."
The night passes slowly, enveloping you in a stifling cloud of boredom. Banal conversations conclude, then a round of obligatory hugs and kisses, and finally you depart with an indefinable sense of loss.
Quietly, you think "I hope next year will be better."
FIN.
You whisper a heartfelt "thank you" when the man places the box in your hands, then you run down the hall to the stairs.
"Open it with your eyes closed!" I hear growled while flying up the steps, barely touching them in my haste. "So you don't spoil the surprise!"
When you get back to the table everyone is copacetic, greeting you with warm smiles.
"Look what I have!"
Having uttered these words, you close your eyes and lift the lid off of the box. A wave of rot and death fills your nostrils. A horrible cacophony of shouts and laughter roars through your ears. You hear the pleading voice of your mother amid the choking moans of your family.
"In the name of God ..."
Fallen chairs, shattered glasses. Screams everywhere. Confusion. Beneath a smell like rotting fish you detect another, more subtle, sickly sweet fragrance. You can not identify it. In the chaos, someone knocks you down, where you hear footsteps pounding crazily in all directions and moans. Lying on the floor, eyes closed, you feel the salty sea taste in your mouth. However, your eyes remain shut.
"You don't want to spoil the surprise!"
FIN.
You come back to the table and sit, trying to go unnoticed.
The night passes slowly, enveloping you in a stifling cloud of boredom. Banal conversations conclude, then a round of obligatory hugs and kisses, and finally you depart with an indefinable sense of loss.
Quietly, you think "I hope next year will be better."
FIN.